Conducir altamente alcoholizado tiene que ser delito.
Ocurrió en Mar del Plata. El acusado, un joven militar de 26 años, fue detenido en su casa, mientras dormía. En la madrugada, había atropellado a un motociclista de 25 años al que arrastró por más de diez cuadras. El cadáver aún estaba debajo del chasis del vehículo, que había dejado estacionado en la calle a no más de diez metros de la cama donde dormía y que fue descubierto por un canillita.
Al ser detenido, más de cuatro horas después del incidente vial, se le constató alta alcoholemia positiva.
La víctima se llamaba Nahuel Barragán, de 25 años, e instantes antes había caído de la moto en la que viajaba con un amigo, cuando fue arrollado por el conductor ebrio.
Nuevamente el alcohol, presente en casi la mitad de los siniestros de tránsito mortales, suma otra muerte a la lista. No hubo un control eficaz que detuviera a este conductor a tiempo. De hecho, se dice que los controles de alcoholemia en Mar del Plata se suspendieron hace tres meses. Y las sanciones resultan escasas.
Transformar esta conducta de altísimo riesgo para las vidas de todos en un delito, en todo el territorio nacional, y que puede significar al responsable la pérdida de su libertad, transformándose en un simple “delincuente”, con la condena social que ello implica, será un avance imprescindible para salvar muchas vidas, que debemos incorporar con urgencia a nuestra legislación penal.
Actuemos antes de que otros potenciales homicidas del tránsito lleguen a matar.
Para saber más sobre los efectos del alcohol en la conducción.